Aloha


Que El Gran Espíritu te guíe,
mientras el río corra
y la hierba crezca...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los Herederos del Sol


El viento de los Andes se agita sobre tu frente, la altura te demuestra lo pequeño que eres comparado con la Pacha Mama. Pero te reconforta poder imitar al viento y arrancarle canciones que, como quejidos del alma, se confunden con el zonda. Desde lejos te llegan las alegrías del tambor que se te figura el corazón del mundo. A tus pies el río se desliza como la esencia de la vida por tu cuerpo. Miras al cielo y te sientes en casa, Quetzacoatl te enseñó que es posible volar aun siendo serpiente que repta. La existencia te sonríe al calor de Inti.
Abya Yala es tuya, a pesar de las guerras y las mezquindades de algunos caciques. Eres hijo de esta tierra que amas y ofrendas.
Hubo un tiempo en que te llamaron americano e intentaron cambiar tus costumbres por caprichosas concepciones de corrección e imprudencia. Tu libertad se aferró a la cola de la serpiente y, aunque la mordieron hasta sangrar, permaneció agazapada a través de los siglos esperando Ser una vez más.
Fuiste combatido, humillado, usado, violado, robado, burlado, observado, engañado, silenciado. Te quitaron cultura, creencias y hallazgos. Pero conservaste tu latido certero, como una brasa que aguarda la esperanza del aire.
Hoy, varios siglos después, estás aquí… contemplando el amanecer de tu conciencia. Tus antepasados te impulsan a tomar las banderas de la autenticidad y salir a las calles de la existencia a pregonar tu filosofía.
Sin sangre, sin humillaciones, sin violencia… tus ancestros te inspiran a iluminar el pasado desde el conocimiento, y no desde el rencor. Pero también te advierten que las teorías negras y rosas no sirven de mucho frente a la realidad; que las teorías te alejan de las vivencias y que de vivencias se crea el hombre. Que los recuerdos deben servir para construir, y no para olvidar. Que el nombre es lo único que te pertenece, y que si te lo quitan te arrebataran tu identidad. Que sin identidad eres yuyo disperso, en vez de roble fuerte. Y que siendo yuyo eres más fácil de arrancar.
Tu nombre es el nombre de la tierra, wayna, es el nombre de tu hermano, del sol y las estrellas. Tu nombre son tus raíces. No seas yuyo cuando puedas ser roble, no seas débil cuando puedas ser fuerte, no seas solo, cuando puedas ser todos.
Tus ancestros te llaman con aquel canto de la infancia, ¿escuchas? se asemeja al sicus y a la quena, dulce y triste a la vez… como la vida.
¿Que estás esperando Hijo de América? No te quedes ahí parado, corre en dirección a Hunuc Huar, deslízate bajo el polvo de la memoria y adéntrate en tu pasado que es como reencontrarte con el espíritu de la tierra y sentir su latido.
No te confundas con los discursos vacíos, la pobreza de tu pasado es en realidad pobreza de la visión que tienes de él. Abre los ojos inan, deja que la luz de la verdad guíe tu camino. La vida no es sólo razón, si así fuera no habría abismos entre hacer y decir. Un buen habitante de esta tierra sabe que sus acciones son las que valen. Y que la palabra es rica cuando se empeña en promesa.
Sonríe siempre, el amanecer de sus labios despierta la dicha de los tuyos y les entibia el alma; pero también llora cuando estés triste, las lágrimas guardadas indigestan el carácter.
El sonido del silencio te abruma, es como si desde la cumbre de esta montaña sintieras que estás más dentro tuyo que nunca. Es una comunión indescriptible, un religar infinito con la esencia de la vida del planeta, que es la tuya propia.
Indaga en la cartografía de tu corazón indio, nútrete de su sabiduría y aprende a respetar su palabra, conviértete en eco de ella, difúndela a los cuatro vientos. Doma el caballo de la intolerancia y aprende a resistir, como lo han hecho tus hermanos durante siglos.
No los observes ya como una “especie en extinción”, no son más animales que tu, trátalos como te tratas a ti mismo. ¿Ahora comprendes verdad? su dolor es tu dolor y su alegría tu alegría. Dialoga entonces , escúchalos y escúchate. Que escuchándose se construye un puente y los puentes son necesarios para saltar abismos.
Mi pequeño üñan tus ancestros están aquí, junto a ti en este viaje. Los sientes, los percibes… ansias sus conocimientos y, aunque algunos se han perdido por negligencia de la historia, estás convencido que lograrás ser como la lluvia que renueva el follaje y da brillo. Lo sabes, porque sientes que no estás solo en la tarea, siglos de resistencia y paciencia han custodiado tus raíces. Ahora lo percibes, con la certeza del cóndor y la visión del águila.
Estás en la cumbre más alta, divisas todo el continente y comprendes: Tu eres yo, y yo soy él. Wayna, juntos somos la sangre de Abya Yala.



Cintia Vanesa Días


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